domingo, 22 de abril de 2018

Mi buzo del colegio



Cada fin de semana como ya es habitual, mis hermanas dejan la ropa limpia de todo el mundo en un viejo sofá cama que  supuestamente era mío, pero nunca lo usé ni para sentarme, ni para dormir. La propiedad mía sobre ese sofá era netamente simbólica, era algo de consolación, —tranquilo mijo que eso es suyo, yo  lo compré para usted solito — eso siempre me decía mi mamá cada vez que ella me veía confundido sobre la influencia de ese viejo sofá azul en mí, yo no sabía cómo jugar con él, era muy pesado, aunque cada vez que jugaba lucha libre con las almohadas, y no con cualquier almohada, con las almohadas más grandes y peligrosas de mi casa, eran súper “aletosas”, les gustaba buscar pleito por cualquier cosa, uno no las podía ni mirar porque ya las tenía encima — qué pasó “pirobo”, ¿se le perdió uno igualito? ¿Quiere que lo ponga a dormir? — Jajajajaja un chiste que tenía preparado, pero en serio, eran almohadas muy groseras, y yo siempre me daba los puños con ellas, y siempre nos retábamos en el mismo punto, en el sofá cama azul, ahí nos encontrábamos, pero los vecinos siempre llamaban a la policía y nos tocaba abrirnos si no queríamos terminar en algún CAI; eran buenos tiempos, pero ya pasaron, la cosa es que, lo que era mi antiguo ring de pelea, ahora es el punto de entrega de la ropa limpia de todos los que habitan esta casa, y yo siempre procuro ir por lo mío lo más pronto posible, es mi ropa y además de eso, está limpia; calientica; tostada por el sol; con la figura del gancho aún marcada; una obra de arte terminada, que está a la espera de ser colgada en alguna de las paredes de mi museo personal.

Dejar ropa limpia tirada en un sillón, cuando hay niños jugando, corriendo y sucios, es como dejar la puerta abierta de un baño recién lavado en una habitación llena de borrachos, uno sabe que cualquier cosa puede pasar, por eso siempre me afano para ir por lo mío y llevármelo para mi pieza, allá están seguras con papi, papi las quiere, papi las cuida. Bueno, el punto es que estaba relajadito en mi pieza, doblando la ropa  y ubicándola en los cajones y en los ganchos, y cuando iba a guardar la primera tanda, vi un logo de color azul, me parecía familiar, pero se veía a medias, la otra ropa  me lo estaba tapando, así que corrí los ganchos hacia ambos lados, izquierda y derecha, y dejé ese logo azul justo en la mitad; era el buzo del colegio, hace tempos no lo veía, es más, ni sabía que aún existía, es una reliquia, “ El precio de la historia” me ofrecería una millonada por semejante prenda, no por lo vieja, porque si vamos a esos términos el buzo no lleva más de 5 años de existencia, sino por los momentos que viví con ese buzo puesto, o amarrado a mi espalda, solía colgármelo ahí cuando hacía mucho calor.

Creo que el lápiz que usó  Shakespeare no valía por su antigüedad, sino por lo que hicieron con él, por las ideas que William plasmó con ese lápiz, pudo haber estado nuevo, recién comprado en la papelería, pero si yo compro un lápiz, e inmediatamente escribo Romeo y Julieta o Hamlet, ese lápiz tiene que valer lo mismo que vale un apartamento en el poblado, bien ubicado y con buena  vista a la ciudad. Por eso ese buzo vale tanto para mí, son tantos recuerdos; tantas risas; tantos partidos; tantos actos cívicos; tantos parciales; tantas cosas que representan mi pasado y que aún hacen eco en mi presente, y lo más probable es que repercuten en mi futuro.

Inmediatamente lo saqué del gancho y me lo puse, ya me queda algo pequeño, ya he crecido bastante a comparación de como estaba antes. Cómo olvidar  mi último año en el colegio, 11-A éramos nosotros, la “araganía”, la tierrita que se trabajó en noveno y en décimo que vino a dar frutos en 11, para mí el mejor grupo, la mejor promoción — sé que todos dicen eso —  pero en serio, éramos el más parchado, ninguno se comparaba; las farras; los partidos; las clases; los roces con gente de otros grupos; si algo malo ocurría, alguno de 11-A tenía que estar involucrado, no digo que eso sea motivo para uno sentirse orgulloso, pero uno se tiene que hacer recordar por alguna cosa.

Ese salón era  una mezcla de diferentes personalidades, obviamente como en todo grupo, están los inteligentes, habían unos que se “agrandaban” con las tareas y no las pasaban, pero eso se solucionó cuando un pana mío se empezó a robar a una de las clasificadas y reafirmada en su posición como “inteligente”, desde ahí empezamos a recibir todo tipo de tareas, fresquecitas, recién sacadas del horno, se les podía ver el grafito aún brillar en el papel, las marcas de los borrones, todo estaba “melo”  y resuelto por ese lado. Gracias al personero, que era uno del combito, y al representante de grupo que también era miembro fundamental del comité de ocio; podíamos faltar a clase; sonaban la música que nosotros queríamos en los descansos; éramos reconocidos en la jornada de la mañana, que aunque eran muy niñas todavía, valía la pena el “canazo”, aunque ni tan “canazo” porque yo cuando eso era un niño también, tenía derecho, es más, estaba en la obligación de hacerlo jajajajaja.

En ese año pude concretar  algo con la que hoy por hoy es mi novia, aunque ella y yo ya éramos buenos amigos desde el año pasado, pero en el 2014, dimos un paso al frente, avanzamos y le dimos inicio a algo que nunca terminó, y que hoy está más fuerte que nunca, pero antes de ella hubo muchas más,  y eso que yo era el de menos. “El que anda entre la miel algo se le pega”, y yo andaba con los que eran, mis maestros, los propios pussy lovers, ante la ausencia de mi padre, ellos estuvieron ahí, y al yo ser el menor de todo el combo; ellos me enseñaron a beber; a conquistar; me enseñaron a enfrentar los problemas; problemas de calle, familiares y sentimentales; nos cuidábamos mutuamente, si alguno tenía un problema, todos estábamos incluidos en él, aunque la verdad yo siempre fui el más tranquilo del grupo, el que primero buscaba el dialogo que una botella, ellos sí eran más bravos — ¿entonces qué? Lo que es con el parcero es conmigo — ese era el decir de muchos sin importar quién fuera el implicado, así fuera el más grande o el más pequeño, se repetía la misma frase, yo nunca la dije, pero en los momentos que había que meter mano se metía, este combo no está fácil y nunca se ha dejado; manteníamos juntos pa’ arriba y pa’ abajo; siempre  en una caravana de unas 4 o 5 motos, dando vueltas por todos lados, con garrafas en las manos, cajas de cerveza, en busca de  un lugar para parchar, para pasar la noche de hoy.  

Algunos nos llamaban  “visajosos”, pero la verdad yo nunca lo vi de esa forma, éramos más bien selectivos, no hablábamos con cualquiera, y tampoco dejábamos que cualquiera nos hablara a nosotros; siempre fuimos reales entre nosotros mismos, sí, hubo malos ratos, momentos en los que ellos fallaron y seguro yo habré fallado también; pero siempre estuvimos ahí; para prestar plata; prestar la casa por si alguno la necesitaba; regalar condones; servir un plato de comida; darle posada a alguno; siempre nos tendíamos la mano y por eso hasta el son de hoy seguimos firmes, obvio somos más poquitos porque muchos se han alejado, pero los que verdaderamente valieron, valen y valdrán la pena, aún siguen ahí, y están plasmados en este buzo, un buzo que en el folleto se veía muy bacano y ya cuando nos lo llevaron era mera “gonorrea”. Sí, ese mismo buzo que mi mamá me hizo escribirle por la parte de atrás mi nombre que dizque porque me lo robaban, o lo cambiaban por otro más feo, ese mismo buzo que era la oportunidad y la excusa perfecta para salir del aburrido uniforme, de la camisa por dentro, ese era nuestro mejor look, nuestro último grito de la moda, aunque en esta ocasión no fue un grito exactamente, fue una risa, porque eso fue 11-A, fue un parche lleno de humo, lleno de licor, lleno de amor, lleno de parcería, y lleno de mucha "araganía".


domingo, 8 de abril de 2018

Finca

       -Cucho, ahí le dejo el almuerzo, pero coma rápido porque ya nos están esperando, y vea que mi primo ya me está llamando ¡muévalo muévalo muévalo!

-Relájelo que todavía falta, le dije a mi amigo. Así que me di a la tarea, comí y me cepillé lo más rápido que pude, llegaron con el bafle y nos empezaron a silbar desde la calle, ya es la hora de salida. Cojo mis gafas; me miro en el espejo para corregir imperfecciones y salir bien melos para la finca; cierro las ventanas por si las moscas; uno no sabe lo que pueda pasar; cierro la puerta y salgo a reunirme con todos.

Bajamos hasta el coliseo, allá estaba la chiva, el carruaje, la nave, si Colón llegó a América en la niña, nosotros llegamos en chiva en busca de nuevas experiencias y nuevas tierras por conquistar, pero yo no, la tierra que siempre quise conquistar ahora tiene una bandera con mi cara, ondeando en el pico más alto. Definitivamente vamos melos por todos los lados, armados y peligrosos, guaro todo el que usted quiera, comida toda la que usted quiera, y otros dulcecitos que no quiero mencionar para guardar la cordura y la decencia en este escrito. Además de eso, iban mis amigos, mi familia, mis panas del colegio, y mi novia, la tierra de la que les hablé.

Llegamos, nos ubicamos, le hicimos el respectivo análisis lingüístico  a la finca, miramos la piscina, y en cuestión de media hora, ya estábamos todos mojados, sirviendo guaro y tirándonos del tobogán, ahh verdad, había tobogán, una chimba de tobogán, del cual todos nos tiramos haciendo diferentes poses; pelando el culo, haciendo paraditas de Smackdown; dando vueltas; habían unos más atrevidos y osados, que primero tiraban la roba interior por el tobogán,  y ya luego se ponían de pie y se tiraban desnudos.

Todo era risas, chistes, bromas, guaros dobles, chimbas de canciones, todos con sus parejas araganeando en las piezas; a veces mientras el bafle se demoraba en pasar de una canción a otra, se escuchaba el dulce sonido del amor al fondo, simplemente nos reíamos y seguíamos en lo nuestro, bailando, comiendo, preparando la comida, nos comíamos, todo fue una cadena alimenticia en la que yo era una pequeña gacelita, y mi novia la fiera que siempre me devoraba por las sabanas de la Pintada.

Terminó la noche y llegó la dulce y tierna mañana, y con ella, el guayabo, la resaca, el dolor de cabeza que no te permite comer nada en absoluto, excepto una cosa, mi novia, y más guaro, aunque el almuerzo sí me lo comí, era un sancocho muy rico, y ustedes saben que uno en ese estado, el caldo es como agua para el sediento.

Seguimos en la fiesta hasta la tarde noche, sacándole todo el jugo a esa finca —esperen yo me pego la última mojadita, el ultimo chapuzón y ya luego me cambio— La chiva llegó pitando en la portería, el carruaje ya había llegado por la alta realeza. Nos organizamos y empacamos todo, aunque casi no encuentro mi billetera, monté las maletas al carro, cogí la garrafa, me puse mis gafas para pilotear el viaje, y me paré 5 minuticos en la entrada de la finca, nos miramos mutuamente, era como escuchar todo de cabeza de Kaleth morales, era la hora de irnos, de alejarnos, aquí se quedarán momentos hermosos, momentos con mis amigos, con mi novia, aquí se quedarán nuestras energías, pero tú, querida y hermosa finca, te vendrán con nosotros, en nuestros corazones, en nuestras memorias, harás parte de nosotros, como nosotros de ti, muchas gracias y seguro, nos veremos pronto.