domingo, 6 de mayo de 2018

Calles de Medellín


Qué bonito es Medellín ¿no les parece?, Cada vez está más lleno de turistas, la gente de todo el mundo sabe quiénes somos, en dónde estamos ubicados y a qué hemos venido; nuestro sistema de transporte es un orgullo y es un emblema nacional, a pesar de que en hora pico todo se convierte casi que en una proeza si del transporte público se trata, el olor de más de 50 paisas en menos de 4 metros cuadrados, aprisionándote contra lo que sea que te estés apoyando, eso no nos genera ese sentido de pertenencia que debemos tener, y es comprensible sentir odio, aunque cada vez que el metro no funciona, nos sentimos perdidos, abandonados, desorientados, sin brújula, y si el metro no está abierto, ahora ¿quién podrá defendernos?

 La ciudad está cambiando ante nuestros ojos, las calles de Medellín son diferentes, están más parchadas, ahora hay murales en paredes donde sólo había muerte, temor de un atraco, asesinato, violación, cualquier cosa que tenga que ser en contra de tu voluntad e implique sangre y mucho dolor. Aunque por ese lado, todo es muy bello y muy bonito; el parque Lleras se convirtió en el icono para mostrarle al  mundo, porque ahora  hay más extranjeros que gente de aquí, es más utilizado el inglés que el parlache; literal uno no se va  a hacer diligencias al sur, sino que uno se va a pasear al sur, uno hace intercambio para el parque de Envigado o para el Lleras, eso es casi que otro país, otra imagen que no refleja la verdadera Medellín,    —oohh, Medellín ser una chimba— dicen los gringos, mientras caminan en chanclas, con unos mochos puestos, un sombrero blanco, una camisilla, una corona en la mano, y en la otra una hamburguesa de Burger King, así hasta Haití es un paraíso, un hotel 5 estrellas, uno crea su propio concepto de ciudad; por ahí dicen que la vida no es color de rosas, pero si tienes dinero, la puedes pintar de todos los colores como los murales de la comuna 13, o como las casas que adornan y le hacen calle de honor al tranvía.

Claramente en la ciudad hay una enorme brecha, hay una división, hay un blanco resplandeciente y un negro que te embarga de tristeza, de soledad, un negro tan negro como las plumas de un cuervo, tan negro como un agujero; aquí en el valle de Aburrá hay dos caras, hay dos valles con un Aburrá en común, distan totalmente una de la otra; son como el agua y aceite; izquierda y derecha; Messi y Cristiano, Petro y el hijueputa de Duque; es un abismo que sólo unos cuantos perciben, una frontera invisible  que no está marcada por una línea, por una casa, o por un poste como son comúnmente delimitadas en los barrios, cruzar esta frontera no te mata, no te hace recibir un disparo, no te hace cambiar de bando, de equipo, simplemente, te muestra una realidad que es muy diferente al concepto de “chimba”  que tienen los gringos sobre nuestra salvaje Medellín.

La vida en el sur es demasiado bonita, demasiado lujosa, las urbanizaciones, los coches de lujo que  se parquean por toda la 10, la gente en los bares y discotecas consumiendo los más caros licores. Es toda una vida marcada por el dinero, por el estatus, lugares dignos de mostrar por tus redes sociales, lugares dignos de ser el escenario de un gran recuerdo, que el protagonista no seas tú, sino donde usted estaba, la discoteca donde te emborrachaste, la tienda donde  compraste la ropa, el restaurante donde almorzaste la otra vez; no es la misma pola  si te la tomas en el poblado; allí cambia, no importa que sea la misma cerveza, el precio es diferente a pesar de que el precio sugerido sea 1.500 pesos.
Si bien inicié este escrito hablando de lo lindo que es Medellín, y de lo útil que es el metro, este nos ayudará para hacer el contraste, la contraparte, la antítesis de esta historia; porque más o menos después de la estación  universidad; se puede observar ese vacío, esa diferencia; la estética de las casas es diferente, el orden en el que están ubicadas, una encima de la otra, no hay límites entre casa y casa, parece la obra de cualquier ingeniero que hizo trampa en todos los exámenes; ahora estando en el norte, el panorama es diferente, ahora ves ropa extendida en las fachadas de casas que no tienen derecho a llamarse casas; más bien, parecen unos armatodo, un juego de legos tamaño gigante, un atacaso artístico  que no se hizo por arte, sino por necesidad.

Casas de cartón,  madera, barro, cualquier cosa que encaje en el hueco que falta por tapar, esto  va más allá de jugar tetris, esto se debe hacer perfecto, no quiero que una tormenta me derrumbe el castillo que he construido entre la basura, es lo más parecido a la historia de los tres cerditos, con la salvedad de que el papel del lobo lo cumple la ingrata vida, que soplará y soplará hasta derrumbar tu castillito de arena, tu avión de papel, tu manualidad, tu trabajo del colegio que utilizas como vivienda, porque yo rebusco mis columnas y mis paredes entre la basura de los demás, la palabra adobe y cemento no existe, es una utopía, algo imaginario como las calles de Macondo, y eso que esto es de los más organizados, de los hacen algo más que sólo respirar, construir  una casa de cartón es tener un convicción arrolladora cuando ya no se tiene nada más, esto lo hacen  los que día a día se proponen una meta, sobrevivir, ver el sol salir una vez más, poder respirar el aire tibio e impregnado por esa esencia que sólo el rio Medellín puede darle, esa esencia que va en decadencia, esa esencia que sabes que la noche de hoy es algo incierto, que cada minuto que pasa es un regalo de la vida, porque no tienes nada por  lo cual vivir, por lo cual levantarte y seguir, simplemente, eres como un carro sin gasolina, un carro desvalijado por la vida, por los años, por las malas experiencias, por los malos ratos.

También hay otros que llenan  su carro con la gasolina equivocada, con la que en vez de llevarlo hacia adelante, lo retrasa, un combustible hecho para ir hacia atrás, para devolver los pasos, es como si te pusieras los zapatos al revés, las drogas  llenan momentáneamente un vacío que cada vez se hace más grande, te daña la cordura, no razonas correctamente, simplemente quieres más y más, quieres seguir vagando por las hermosas y coloridas calles de Medellín, aspirando una bolsa, o con una jeringa en la mano, un aspecto desagradable y mal oliente, unas vestiduras rasgadas por las garras de ese lobo que al fin sí pudo derrumbar tu casa, y te devoró totalmente, eres los sobrados de lo que dejaron, el arroz que nunca se comió, el borde de la pizza que a muchos no les gusta, eres esa servilleta que se bota después de haberse comido la empanada, eres como un zombi, un muerto que camina por inercia  buscando una cómoda cera para dormir, allí no cobran cover, las mujeres entran gratis, te puedes ubicar en palcos si quieres, un lugar diseñado  para lo que usted quiera consumir, es un tipo de barra libre en el que usted es el bartender, el cliente, y el que cierra el local, te mantienes en una fiesta que sólo dura unos minutos, pero que te dejará una resaca para toda la vida.

1 comentario:

  1. Que cada lugar que sigas conociendo de la ciudad te siga sorprendiendo. Te amo con el alma, Dubi.

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